He seleccionado algunas partes de la entrevista realizada en Infonomia al señor Hervé Lebret.
Hervé Lebret es profesor, ángel inversor y escritor, además de gestionar Innogrants, un fondo de la EPFL (École Polytechnique Fédérale de Lausanne) que ayuda a estudiantes a poner en marcha sus ideas emprendedoras. Su último libro, Start-up: what we still may learn from Silicon Valley, es una lectura recomendada para aquéllos que quieran comprender por qué no se dan googles ni apples en Europa; si el crecimiento de la emprendedoría tecnológica es cuestión de cultura o de infraestructura, y por qué los europeos todavía no han entendido del todo la cultura emprendedora californiana.
Hace un año un periódico catalán publicó el resultado de una encuesta realizada entre licenciados universitarios: más del 60 % querían llegar a ser funcionarios y trabajar en la Administración pública. ¿Es ése parte del problema?
¡Ése es el origen del problema! En el EPFL sólo entre el 3 y 5 % de los estudiantes están interesados en fundar una nueva empresa. Creo que el principal motivo es cultural, pero también individual. No es que no quieran hacerlo, es que no conocen las opciones de una nueva empresa.
El primero son universidades de primera fila, es decir, gente que puede crear una masa crítica con ideas muy buenas.
El segundo son los inversores, ángeles financieros, una industria de capital riesgo. Se necesita dinero amigo, ya que el dinero público es un elemento peligroso.
El tercer ingrediente son los profesionales, gente que trabaja en empresas ya establecidas.
El cuarto son los proveedores de servicios: abogados, head-hunters, cualquier tipo de servicio que necesitarán las empresas para desarrollarse.
Pero tenemos un quinto ingrediente: el espíritu emprendedor, la cultura pionera. Por desgracia, no he visto mucho de eso en Europa, mientras que sí que existe en Estados Unidos y en otro lugar del mundo, Israel, que tiene una cultura similar a la estadounidense en cuanto a lo pionero. Se trata de gente que esté dispuesta a correr riesgos, y eso es más difícil de crear. Así que un ecosistema real es una red de personas que intercambian ideas de forma ágil y sencilla. En San Francisco la gente conversa; en los setenta y los ochenta había bares famosos por la gente que se juntaba ahí para solucionar pequeños problemas. El concepto de intercambiar ideas es crucial.
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